La responsabilidad afectiva es un tema crucial en el ámbito de la Psicología. Se refiere a la capacidad de asumir y gestionar las propias emociones, teniendo en cuenta cómo afectan a las personas con las que establecemos una relación. Así, nos ayuda a vincularnos de forma sana, enriquecedora y flexible.
¿Cómo incrementar la responsabilidad afectiva?
La responsabilidad afectiva no es una característica de la personalidad, sino una forma de comportamiento, por lo que puede trabajarse y evolucionar. En este sentido, se distinguen una serie de áreas, cuya mejora se asocia con un mayor nivel de responsabilidad afectiva. Son las siguientes:
- Autoconocimiento: es imprescindible conocerte mejor y saber cuáles son tus expresiones emocionales para poder transmitirlas. En consulta, te puedo ayudar a identificarlas y comprenderlas. Muchas veces se trata de buscar en el pasado sus patrones y variables desencadenantes.
- Educación emocional. Aceptación y compromiso: quiero que sepas que todas las emociones son válidas y que cada una tiene su propósito. ¿Alguna vez has negado alguna de tus emociones? Es importantísimo aceptarlas en lugar de suprimirlas o rechazarlas. Adéntrate en tus valores personales y comprométete a tener cambios positivos en tu vida.
- Comunicación de las emociones: cuando se comunican de manera clara y asertiva, consigues conectar más y mejor con los que te rodean y tus relaciones son mucho más fuertes y maduras.
- Establecer límites sanos: son muy necesarios para mostrar a los demás cómo quieres que te traten. Hay que ser explícitos y claros al hablar de ellos porque, en cierto modo, son subjetivos (excepto algunas líneas rojas que son universales). Es importante respetarse y actuar según los propios valores para sentirse en paz con uno mismo y con el entorno.
- Resolución de conflictos: esto incluye la capacidad de manejar las emociones durante los desacuerdos y buscar soluciones mutuamente satisfactorias, a través de la negociación para llegar a acuerdos.
- Empatía y respeto: comprender y aceptar las perspectivas y emociones de los demás, fortalece las relaciones interpersonales y puede ayudarte a conocer mejor a las personas de tu alrededor.
- Cambios de perspectiva: trabaja en cambiar patrones de pensamiento negativos o distorsionados que puedan afectar a cómo enfocas la responsabilidad afectiva. La reestructuración cognitiva puede ser muy útil en estos casos.
Mindfulness: si me preguntas…te diría que es algo que deberíamos practicar todos más a menudo. Es una herramienta que ayuda a estar presentes en el momento actual y a observar las emociones de manera plenamente consciente.
¿Cómo se demuestra la responsabilidad afectiva?
Es importante destacar que la responsabilidad afectiva es un proceso en constante evolución, que puede ir desarrollándose a lo largo de las diferentes etapas vitales. Esta posibilidad de mejora supone un reto que merece la pena asumir para ser mejores.
No hay una medida concreta para reconocer el grado de responsabilidad afectiva, pero, podemos decir que una persona posee un alto nivel, cuando su comportamiento aparece bien gestionado a nivel emocional, lo cual se puede apreciar en su conducta, pues percibimos que:
- Toma decisiones de forma consciente: considerando no solo sus propios deseos y necesidades emocionales, sino también el impacto que sus acciones pueden tener en los demás.
- Maneja el estrés de manera constructiva: incluso en las situaciones de estrés, evita los comportamientos impulsivos o destructivos.
- Se siente responsable de sus acciones: se preocupa por cómo pueden afectar a su bienestar emocional y al de los demás.
- Busca su crecimiento emocional: establece consigo mismo un compromiso creciente de desarrollo emocional, para lo que busca, continuamente, formas de mejora de gestión de las emociones y de las relaciones interpersonales.
¿Eres responsable con las emociones de otras personas?
Este punto considero que es muy importante. Es cierto que, al interaccionar con los demás, repercutimos en ellos y en sus sentimientos, pero no debemos pensar que tenemos una especie de hiperresponsabilidad emocional.
Hay que tener en cuenta que no somos responsables, al cien por cien, de lo que siente el otro. Es un ser humano con capacidad y libertad para sentir según su propia inteligencia emocional y disposición. Sí, hemos de poner todo de nuestra parte, pero nos encontramos ante otra individualidad, con vivencias y posibilidades múltiples, que no podemos controlar íntegramente ni dominar. ¿No es, precisamente, esta aventura emocional lo que hace grandes las relaciones?
¿Y qué podemos trabajar?
Para mí, existen dos puntos importantes a tener en cuenta y cultivar, para empatizar con las personas de tu alrededor:
1) Por un lado, buscar en ellas retroalimentación o feedback. No siempre somos conscientes de cómo repercutimos en los demás y por eso, debemos indagar cómo nos perciben, si les afectan nuestras o nuestras acciones.
2)Por otro, te recomiendo que practiques la escucha activa porque implica prestar atención, no interrumpir y hacer preguntas para asegurarse de comprender lo que la otra persona está diciendo.
Quiero destacar que la responsabilidad afectiva no es exclusiva de las relaciones amorosas, sino que todas las relaciones humanas se merecen un determinado grado de compromiso afectivo. La responsabilidad afectiva es un constructo que debe ser mutuo y recíproco.
Te muestro dos casos reales vividos en consulta:
1)El primero se trata de cómo influye nuestro estado de ánimo en los demás. Una persona entra en una habitación y la vemos triste, estresada o pesimista. Es probable que contagie esas emociones negativas a los demás presentes. Lo mismo sucedería, pero con distinto signo, si la entrada es de alguien feliz que irradia energía positiva.
Esto se debe al contagio emocional: este fenómeno sugiere que las emociones de una persona pueden afectar directamente a las de los que la rodean, lo que destaca la importancia de ser consciente de nuestra responsabilidad afectiva. De aquí la importancia de trabajar la afectividad en las relaciones humanas.
2)El siguiente caso está relacionado con el hecho de que, a veces, queremos querer pero no dejamos que nos quieran. Durante un proceso terapéutico, pude analizar que una persona lo hacía como mecanismo de protección y autodefensa para no mostrar vulnerabilidad y evitar posibles sufrimientos (que quizás nunca iban a suceder). Esto suponía una barrera a la hora de establecer vínculos sanos y completos con los demás.
Aquí es imprescindible hablar sobre la importancia de la disponibilidad emocional en las relaciones interpersonales. No debemos olvidar la relevancia de mostrarnos accesibles a nivel emocional, permitirnos sentir lo que llevamos dentro y valorar la necesidad de transmitirlo para construir relaciones más plenas y satisfactorias.
Este tipo de dinámicas las trabajamos mucho en la consulta del gabinete psicológico Evolma, porque destacan la responsabilidad que tenemos en la gestión de nuestras propias emociones y cómo estas pueden repercutir en nuestro bienestar emocional y en el de quienes nos rodean.
Es fundamental ser consciente de cómo expresamos y gestionamos nuestras emociones para cultivar relaciones saludables y promover un ambiente emocional positivo en nuestro entorno.
¡Feliz día!