Los 13, 14, 15 años… como diría Rubén Darío, “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”.
A menudo, el entendimiento entre padres e hijos no es fácil, y mucho menos en la adolescencia. Para los hijos es un momento vital trascendental, tanto en su educación como en su forma de comportarse en sociedad.
Es una etapa en la que los hijos experimentan muchos cambios. Se desarrolla su cuerpo, las emociones son muy intensas y cada vez adquieren más responsabilidades, por lo que para los padres también es una fase difícil. Tu papel es acompañar a tu hijo en estos cambios. Es una labor compleja, dado que descubres que lo que en etapas anteriores funcionaba, ya no resulta tan efectivo.
Tipos de conflictos:
En esta etapa predomina la búsqueda de la independencia e identidad propia, y es aquí donde los conflictos pueden presentarse de diversas maneras.
- Las normas de la convivencia: tareas en casa, su imagen e higiene personal y la manera de comportarse. El propósito como padres es conseguir que el adolescente asuma nuevas tareas y responsabilidades.
- Rendimiento académico: motivación y adquisición de buenos hábitos de estudio. El objetivo como padres es que aprendan la importancia del esfuerzo y la constancia.
- Las relaciones interpersonales: amistades, relaciones de pareja, desarrollo sexual, físico y emocional, capacidad de interacción con los demás y reconocimiento social. Queremos que nuestros hijos sean sensatos, que eviten malas compañías y que no se sientan solos.
¿Cómo debes gestionar el conflicto como padre del adolescente?
Los conflictos tienen más que ver con las expectativas paternas que con las normas racionales. Debes escuchar y tratar de entender cuáles son sus intereses, aunque para ti sean más relevantes otros aspectos. La empatía es un valor fundamental para lograr esta tarea con éxito.
Intenta explicarle las consecuencias que tienen sus acciones y decisiones en todas las áreas de su vida. Por ejemplo: lo que supone que existan interferencias en sus hábitos de estudio, los efectos negativos que tiene jugar con los sentimientos de los demás, la necesidad de un buen comportamiento en todos sus contextos para sentirse bien. No olvides la importancia de transmitir el mensaje con firmeza, cariño y serenidad.
Las claves para resolver el conflicto:
Las normas no se imponen, sino que se deben explicar y acordar con los adolescentes. Nuestros hijos necesitan nuestro apoyo, disponibilidad y afecto incondicional.
- La comunicación positiva sin gritos, sin insultos, ni amenazas: eres un ejemplo a seguir para tu hijo. Cuando gritamos, perdemos en cierto modo la razón y la autoridad sobre ellos. Si gritas cuando te enfadas, acércate a tu hijo, explícale el por qué de tu comportamiento y discúlpate. Es una buena forma de que comprenda que todos perdemos los nervios a veces, así como la importancia de ponernos en el lugar del otro y el valor del perdón.
- Escucha con atención lo que te quiere decir: aprovecha para conversar con él y profundizar a nivel emocional. Muchas veces te encontrarás con la situación de que será tu hijo el que no quiere hablar, por lo que cuando se acerque a ti trata de abordar las cosas con calma y resolver el conflicto. Así, se promueve el diálogo y la capacidad de debate.
- Si consideras que tienes que decir “no” a algo que pide tu hijo, es importante que lo hagas con tacto. Explícale el motivo por el cual la decisión es NO a lo que ha pedido. Por supuesto, es aconsejable que estés abierto a “negociar” la petición del adolescente. Transmítele, de forma tranquila, tus argumentos y razones. Esto contribuye a que fomentes una relación más fluida y de confianza con tu hijo.
- Es un buen momento para empezar a dejarles tomar sus propias decisiones y para que comiencen a tener su espacio personal. La adolescencia es una gran oportunidad para potenciar su autonomía, y que puedan celebrar sus logros y aprender de sus errores. Sin duda, esto les ayuda en su crecimiento personal y madurativo.
- Evita que tu hijo se aísle. Debes respetar su espacio, pero también prevenir que invierta demasiado tiempo “conectado” a algún estímulo (internet, tv, música, videojuegos, estar en la calle todo el tiempo…). Es adecuado que le ofrezcas alternativas de ocio y que desde casa se fomente su curiosidad por diversos temas.
Los hijos perciben y viven el mundo de una manera muy distinta a los adultos. Si interiorizamos y aplicamos esta visión, será más fácil gestionar que sus prioridades son diferentes a las nuestras.
La meta final no es que tu hijo sea un triunfador. Recuerda que lo primordial es que se convierta en una persona responsable, madura y capaz de tomar decisiones por sí mismo en un futuro. Y lo más importante: que sea feliz.
¿Cómo es tu relación con los adolescentes de la casa? ¿Tenéis una buena comunicación?
Cabe resaltar que no todos los adolescentes actúan de la misma manera ni tienen los mismos patrones de conducta. Evolma te recomienda que te pongas en manos de profesionales de la Psicología en caso de que los conflictos sean persistentes y no se solucionen. Crear nuevos hábitos y dinámicas de comportamiento resulta complicado. Además, la adolescencia es una etapa vital caracterizada por la vulnerabilidad y en la que los sentimientos se encuentran a flor de piel, por lo que llegar a acuerdos supone todo un reto.
No pasa nada. Este escenario es normal y, en cierto modo, nadie está preparado para enfrentarse a algunos conflictos y gestionarlos adecuadamente. Si nos sentimos perdidos, es esencial acudir a un psicólogo para que pueda ayudarnos a manejar este tipo de situaciones y reforzar así el vínculo afectivo-familiar existente.
“La adolescencia es el paso de la niñez a la edad adulta. Disfruta de este momento con tus hijos y guíales en este nuevo camino. ¡Puede ser una aventura maravillosa!” Regina Trénor.