¿Crees que por mucho que haces nunca te resulta suficiente? Después de lograr una meta ¿disfrutas de ella o te notas insatisfecho y un poco vacío?
Antes de empezar, quiero decirte que la mayoría de las personas sentimos esa insatisfacción vital cuando reparamos, únicamente, en lo que no hemos conseguido, sin valorar nuestros logros y esfuerzos.
En este post hablaremos sobre el por qué de estas sensaciones y por dónde empezar para dar un giro y aprender a ser más tolerantes, comprensivos y ¿por qué no? hasta agradecidos con nosotros mismos.
¿Qué es la rueda de la vida?
Te invito a que cojas una hoja en blanco y dibujes un círculo grande. Divídelo en tantas partes como aspectos quieras valorar de tu vida: amor, amigos, trabajo, familia, salud, cuidado personal, seguridad etc. Después, puntúa del 1 al 10 el grado de satisfacción que sentimos con cada uno. Cuanto más alta sea la puntuación, más alejada estará del centro geométrico. Luego une todas las puntuaciones entre sí. Cuanto más circular sea la línea más equilibrada está nuestra vida.
¿Qué diferencia hay entre el afán de superación y la ambición desmedida?
Disfrutar de una ambición sana es positivo, pues colabora con la realización de proyectos vitales coherentes con objetivos realizables. Además, sirve de estímulo para luchar por conseguir los fines propuestos.
Si el anhelo por conseguir los logros se convierte en obsesión y domina tu vida y tu tranquilidad, la ambición sana se convierte en patológica.
Esta insatisfacción vital crónica llena a las personas de ansiedad (incluso puede causar depresión), a la vez que deteriora la relación con los que les rodean, con los que se compara repetidamente.
Al llegar a este punto no nos podemos olvidar del perfeccionismo y la autoexigencia. Las personas perfeccionistas buscan la excelencia sin descanso y nada les parece suficiente, porque siempre creen que pueden hacerlo mejor. De ahí que, cuando “no cumplen” con sus objetivos, son presa fácil de inquietud e infelicidad. ¿Te resulta familiar…..?
Claves para afrontar la insatisfacción vital
- Si me marco objetivos realistas podré conseguir pequeñas metas (o grandes, quién sabe…)
- Puedo compaginar mis deseos de lograr objetivos realistas con disfrutar de otras áreas de mi vida (familia y amigos).
- Voy a cuidar mis relaciones y mi entorno. Son parte de mi motor para seguir adelante.
- Quiero disfrutar de mis logros presentes. Voy a reconocerlos y premiarme por ellos.
- Cuando sienta incertidumbre o dudas, recurriré a mi deseo de conseguir mis objetivos para animarme a seguir.
Te invito a que te valores desde esta perspectiva…
Es muy positivo plantearte con sinceridad si lo que deseas conseguir es realmente importante para ti.
Si es así, te recomiendo que pases a la acción y que pienses qué hacer para encaminar tus esfuerzos y conseguir metas realistas que te ayuden a crecer y evolucionar como ser humano completo.
Observa, objetivamente, si funciona lo que haces y no dudes en modificar lo que consideres “que no va”. Pero, recuerda que no pasa nada por ir lento ni, incluso, por retirarte si piensas que es lo que te hace más feliz.
La insatisfacción vital te hace caer en una trampa de inseguridad, que te lleva a evitar retos y responsabilidades y no te deja desarrollar aspectos valiosos y únicos para ti y los que te rodean. Además, te impide admirar y disfrutar de tus logros.
Por cierto… es muy importante tomar la medicina de la gratitud, tanto hacia ti mismo por tus cualidades y éxitos, como por lo que te ofrecen los demás.
Si te ves agobiado por la insatisfacción vital y necesitas ayuda para adquirir herramientas que te ayuden a superarla, acude a terapia psicológica para colaborar contigo en la gestión de ese sentimiento que te impide ser feliz.
Cualquier duda, te espero en los comentarios. Gracias por leerme una semana más.
Un abrazo.
“Si tienes un pasado que no te deja satisfecho, olvídalo ahora. Imagina una nueva historia para tu vida, y cree en ella. Concéntrate sólo en los momentos en que conseguiste lo que deseabas, y esta fuerza te ayudará a conseguir lo que deseas ahora.” Paulo Coelho