¿Cuántas personas viven en un continuo pensamiento de que tienen la obligación, tanto si les preguntas como si no, de decir siempre la verdad? ¿Crees que se trata de una actitud común y positiva?
La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad
Sincericidio significa decir la verdad sin prudencia, sin límites y sin tener en cuenta a los demás. Se trata de personas que, al necesitar decir en todo momento la verdad, pueden llegar a sentirse culpables si no lo hacen. Esta conducta es peligrosa porque la sinceridad aplicada sin inteligencia emocional ni empatía termina ocasionando daños innecesarios.
Las personas con perfil de sincericidio caen, a veces sin darse cuenta, en el error de pensar que existe una verdad absoluta y universal y que ellos están en posesión de esa verdad. Por lo tanto, creen que su opinión es la única válida y te ofrecen consejos (en ocasiones sin habérselos pedido), tomando como base su realidad y no la tuya. Todo ello suele complicar la convivencia con familiares y las relaciones sociales entre amigos o compañeros de trabajo.
Son personas que consideran que solo ellas tienen la razón y creen que su apego a la verdad les permite pasar por encima de cualquier tipo de norma social. Piensan que el hecho de que se trate de una “verdad” es motivo suficiente para no andarse con rodeos o no decir las cosas con educación.
Así que, llegados a este punto…
¿Es bueno decir siempre toda la verdad?
El mejor escenario es cuando utilizamos la verdad para ayudar a otras personas y la sinceridad para construir. La verdad no tiene que carecer de empatía. Al contrario. Es un ingrediente fundamental. Lo que sucede es que, muchas veces, ver la situación desde fuera es mucho más sencillo que ponerse en la piel del otro. Y esto puede llegar a confundirnos. Es por ello que debemos aprender a llevar mucho cuidado en las formas y también con nuestra actitud.
Lo ideal es comentar aquello que queremos decir, pero en un contexto adecuado, encontrando el momento oportuno y buscando las mejores palabras para no herir a la otra persona.
El sincericidio no te aporta beneficios, ni mejora tu autoestima, ni tampoco hace que tus relaciones sociales sean satisfactorias. No te deja ver más allá de tu realidad, por lo que te pierdes muchos detalles que podrían favorecer tu crecimiento personal.
“Un poco de sinceridad es algo peligroso pero demasiada sinceridad es absolutamente fatal” Oscar Wilde.
El perfil de una persona sincericida
Es probable que en algún momento te hayas comportado como sincericida. Es normal que, en ciertas ocasiones, adoptemos esta postura porque existen temas con los que podemos sentirnos demasiado identificados, nos tocan la fibra sensible y nos cuesta contenernos. Lo importante es que esto sea una excepción y no la norma.
Si decimos la verdad descaradamente y esto se convierte en nuestra dinámica de conducta habitual, podemos acabar haciendo daño a los demás (y también a nosotros mismos). Si esto se convierte en un patrón de comportamiento constante, entramos en un bucle negativo lleno de conductas desajustadas, y dejamos de relacionarnos con los demás de forma sana y constructiva.
Es interesante destacar que ese apego a la verdad es la expresión de algo mucho más profundo, que puede ser un deseo de “castigar” a otra persona.
De hecho, el sincericida suele ser una persona que cree que está siendo tratada injustamente, siente que no se le valora lo suficiente y por eso, necesita estar diciendo verdades en todo momento sin calcular las consecuencias. Utiliza la verdad como un “arma” para tener el control de la situación. Así, incrementa su seguridad y se reafirma.
Son personas que están convencidas de que solo ellos son sinceros y que los demás no cuentan toda la verdad o mienten.
Características de personas excesivamente sinceras
El perfil de una persona que necesita decir siempre la verdad se fundamenta en estos dos aspectos:
- Baja inteligencia emocional: una persona con buena inteligencia emocional, dice la verdad pero no dirá aquella parte que no es necesario decir. Se ahorra expresar todo lo que piensa porque sabe que puede molestar y herir a la otra persona. Y además, es consciente de que su opinión no tiene por qué ser la única correcta, por lo que no intenta imponerla y escucha también otras perspectivas. Dice la verdad, pero con mucho tacto y desde la empatía y el respeto. En cambio, las personas sincericidas no saben cómo conectar con las emociones del resto y por ello se comportan de tal forma.
- Dificultad en las habilidades sociales: el exceso de “sinceridad” de una persona o el no saber expresarse adecuadamente, se refleja a la hora de comunicarse con los demás, creando un ambiente incómodo y desagradable. A veces, este comportamiento se da para resaltar ante un grupo. Se trata de personas inseguras y rígidas a nivel mental que no saben cómo desenvolverse correctamente en situaciones sociales, ya que les resulta complicado valorar otros puntos de vista y tener en cuenta opiniones diferentes a la propia.
Entonces… ¿Es preciso decir todo lo que quieres expresar? ¿Le hace falta a alguien escucharlo? Quizás la reflexión está en analizar si es necesario decir toda la verdad o no hacerlo, y en saber si realmente mis palabras van a aportar aspectos positivos.
En algunos casos la prudencia es también una cualidad esencial, tanto o más que la sinceridad.
Reflexiona si lo que vas a decir será beneficioso para esa persona o, en cambio, podría hacer que se sintiera mal. Si crees que lo que pasará es esto último, trata de pensar antes de actuar y realiza un ejercicio de empatía hacia el otro. Pregúntate: ¿Este comentario es útil para los demás? Y recuerda que el respeto es la base sobre la que se desarrolla todo lo demás.
Mi opinión como psicóloga en Valencia es la siguiente: está muy bien ser sincero siempre que nuestro objetivo sea ayudar a los demás y transmitamos el mensaje con cariño y asertividad. Lo que no es tan ventajoso es expresarse sabiendo que tu verdad puede estar fuera de lugar y no tener en cuenta los sentimientos de la otra persona.
“La verdad debe contemplar siempre la valoración de su posible impacto en el otro, incluso es una magnífica opción callar si lo que vas a decir no mejora el silencio”